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El ascensor: a 25 años de un clásico holandés
LA OTRA NARANJA MECÁNICA

por AY (diciembre, 2008)



Ver terror europeo y todavía proveniente de Holanda fue, es y será siempre toda una novedad. Si habrá gente que todavía no se olvida del famoso reclame que se daba insistentemente en televisión (plena dictadura militar), donde se escuchaba esa voz grave del locutor anunciando El ascensor (De Lift, 1983) en “Cine ABC. Constituyente y Minas” y con un tono lento y siniestro, digno del gran Narciso Ibáñez Menta.

Durante esa época el Cine ABC (en sus últimos años una sala de reestreno) se dio el lujo de exhibir nuevamente este film terrorífico, al igual que otros famosos como Los dioses deben estar locos (Jaime Uys, 1981), y no era tan difícil el acceso (siendo menor de edad) como en otros recintos céntricos (que ya no están más), llámese el viejo y querido California (donde justamente se había estrenado El ascensor, en 1984) o aquel gran palacio de tres pisos llamado Radio City (donde se estrenó Los dioses... y de la que también se hizo notoria publicidad televisiva).

El ascensor es una de esas películas de terror que logra mantener un aceptable equilibrio entre las distintas dosis de tensión, misterio y horror, y un correcto desarrollo de la historia, más allá de que pueda resultar en ocasiones algo extensa. El protagonista es un técnico especialista en elevadores, quien, junto con una inquieta periodista, intenta develar qué es lo que está pasando con el ascensor de un edificio de oficinas en Holanda, luego de un par de muertes tan violentas como inexplicables y que se relacionan con un anciano ciego y un guardia de seguridad. El hombre, además, tiene que soportar a un jefe que no le cree nada, además de los rezongos de su mujer, celosa por el contacto que mantiene con la periodista.

Si bien la narración a veces decae, hay momentos de gran elaboración. El trabajo de efectos especiales sorprende no solo para la época sino también por lo mucho que se hizo y con tan poco. El director Dick Maas rodó en un mes y con un presupuesto ínfimo (apenas 300.000 dólares), que lo llevó incluso a no contratar dobles para las escenas riesgosas (los actores mismos las hacían), a pedirle a los propios técnicos que salieran como extras, e incluso a no llamar a ningún grupo de música para la banda sonora (tal como quería el productor), confiando en dos sintetizadores que le habían prestado para hacerla en tan solo un día.

El anciano se manda un fondo... ciego.
El edificio donde está el temible ascensor.
Una de las primeras víctimas del malvado elevator.

La película se llevó el premio mayor en Avoriaz (con John Carpenter como presidente del jurado), llegó a ser proyectada en Cannes, y la Warner de inmediato entró a mover la cosa para poder distribuirla por todo el mundo, aprovechando el furor de Christine (Carpenter, 1983) y de varias películas con máquinas asesinas que volvían a hacer de las suyas.

En 2001 se hizo una remake totalmente innecesaria (Down), también dirigida por Maas, que prácticamente se llevó a toda Holanda para asistirlo. Fue filmada en su país natal y en Estados Unidos; básicamente transcurre en Nueva York. La historia era la misma, algo más extensa, y contaba con la última aparición de Naomi Watts, antes de hacerse famosa en El camino de los sueños, que ese mismo año dirigiría David Lynch.

Otro gran punto que se anota El ascensor son algunas atmósferas realmente aterradoras (incluso cuando juega con la desconcertada niña que figura en el afiche), dejando al sonido que haga su trabajo por sí solo y a la cámara fija como marcando parsimoniosamente el terreno de la inminente tragedia y enfocando algo tan simple como un ascensor funcionando.

Con ustedes, el técnico de Adamoli, que intentará frenar la máquina.
Mientras tanto, el ascensor no se cansa de dar problemas...
...y asesinar.

Lo bueno es que aquí se elabora el terror a partir de algo que en la vida diaria apenas le prestamos atención: ruidos que anuncian que el elevador ha llegado, el de las puertas que abren y cierran muy lentamente, murmullos de gente que pasa caminando delante del mismo e inmersa en su trabajo, tomas fijas donde parece que el ascensor observara las personas que pasan por el corredor donde está ubicado, y otras con ángulos y especialmente silencios dignos de la mente del maestro británico Alfred Hitchcock. La fotografía, además de la banda sonora (gentileza del propio director Maas), es bastante oscura y los efectos sonoros encajan casi a la perfección. Casi todo lo mencionado anteriormente vuelve a cobrar vida (y de qué manera) en los últimos e impresionantes veinte minutos de la película, donde incluso el campo racional le hace guiños al fantástico, incentivando aún más la maldad de la máquina, aunque quizá también alejando a algún espectador escéptico de la pantalla.


Por supuesto que hay algo de ciencia ficción en la película, ya que, como en Tron (Steven Lisberger, 1982), la palabra "chip" no era tan conocida. Y como en 2001: Odisea del espacio (1968) de Kubrick acá teníamos uno que no solo cobraba vida sino que también era capaz de reproducirse.

Un cable se suelta y arrastra a un hombre hasta colgarlo; luego es descubierto por la pareja protagonista

El ascensor constituyó el debut en el largometraje para el holandés Dick Maas, quien luego se despachó con otros trabajos bastante exitosos en su país de origen, en especial Flodder (sátira social sobre familia pobre en barrio coqueto, que originó dos secuelas y hasta una serie de televisión) y Amsterdamned (considerado su mejor thriller, sobre un asesino serial). Es gran admirador de los primeros trabajos de Steven Spielberg, en especial de Tiburón (1975), lo que ha llevado a algunos a decir que El ascensor vendría a ser la respuesta holandesa al temible escualo taquillero. "Si en Estados Unidos muchos temían entrar al agua, en Europa tendrán miedo de tomar un ascensor.", llegó a decir Maas, apenas se había estrenado su ópera prima.


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