Se estrenó 
                                        la remake de Dark Water, Agua turbia 
                                        LLUVIA 
                                        NEGRA  
                                         
                                         
                                     
                                     
                                        
                                      A esta altura 
                                      las remakes saturan, y son minoría 
                                      las que logran hacer al menos un papel decoroso. 
                                      No estamos hablando de versiones de viejos 
                                      clásicos sino de recientes trabajos 
                                      no distribuidos a nivel transnacional que 
                                      de inmediato son adaptados por la industria 
                                      hollywoodense para que finalmente sí 
                                      puedan verse por todo el globo. 
                                    Esta vez 
                                      fue el turno de otra película japonesa, 
                                      Dark Water (2002), de Hideo 
                                      Nakata. El título que se le puso 
                                      a esta adaptación fue Agua 
                                      turbia, pero no se importó 
                                      al realizador de la original sino que fue 
                                      el brasileño Walter Salles (Estación 
                                      Central, Diarios de motocicleta, 
                                      co-realizador de Tierra extranjera) 
                                      quien se puso detrás de cámaras. 
                                     
                                    Jennifer 
                                      Connelly es la protagonista, una madre que 
                                      se turna con su ex-marido para cuidar a 
                                      la pequeña hija de ambos, con varios 
                                      conflictos legales de por medio. Las preocupaciones 
                                      y desconciertos la llevan, junto con la 
                                      niña, a alquilar un apartamento en 
                                      las afueras de Nueva York, con el fin de 
                                      comenzar una nueva vida. Pero allí 
                                      hay una presencia sobrenatural que no la 
                                      dejará en paz. 
                                     
                                      ALLÁ LEJOS, EN ORIENTE 
                                      
                                      Dark Water, 
                                      de Nakata 
                                       
                                       
                                       
                                       
                                       
                                      Un cuento corto de Kôji Suzuki fue 
                                      el embrión para un posterior largo 
                                      dirigido por Hideo Nakata, titulado Dark 
                                      Water. La remake usa un argumento 
                                      prácticamente similar, solo que las 
                                      intenciones de ambos directores se van deslizando 
                                      lentamente hacia distintos objetivos. 
                                    La película 
                                      japonesa funciona mucho más como 
                                      suspenso y terror que la de Salles. Hay 
                                      imágenes mucho más trabajadas, 
                                      y secuencias lisa y llanamente pavorosas. 
                                      Curiosamente, una vez más el agua 
                                      vuelve a estar presente. Sadako (la de Ringu) 
                                      había sido arrojada a un aljibe, 
                                      mientras que aquí hay una niña 
                                      abandonada… y un tanque con agua (no 
                                      conviene contar qué pasó, 
                                      para aquellos que todavía no han 
                                      visto ninguna de las dos versiones). 
                                    Las sociedades 
                                      aceleradas son las mismas, sin embargo, 
                                      y los individuos alienados también, 
                                      algo que se viene repitiendo, además, 
                                      en otros ejercicios nipones, sin olvidar 
                                      la incidencia de las nuevas tecnologías 
                                      como factor desequilibrante, a tal punto 
                                      que la dependencia en las mismas termina 
                                      envolviendo al ser humano y sirviéndolo 
                                      hasta como vía de transmisión. 
                                       
                                       
                                      El gusto por Nakata hacia grandes clásicos 
                                      del género norteamericano (y europeo) 
                                      tampoco pasa desapercibido en esta ocasión, 
                                      más si nos ponemos a pensar en casos 
                                      como el de Venecia Rojo Shocking 
                                      (Nicolas Roeg, 1973), donde una niña 
                                      (vistiendo una capita muy similar a la de 
                                      la niña de Dark Water) 
                                      moría ahogada accidentalmente en 
                                      un lago, mientras sus padres desconsolados 
                                      comenzaban a recibir señales del 
                                      más allá, confirmadas por 
                                      el poder paranormal de una ciega, que les 
                                      decía que la pequeña estaba 
                                      feliz en el otro mundo pero que a la vez 
                                      intentaba comunicarse de alguna manera con 
                                      sus padres para velar por sus respectivas 
                                      seguridades. 
                                    
                                    En este 
                                      clásico de Roeg había, además, 
                                      una Venecia que adquiría otras tonalidades, 
                                      impensadas al momento de tomarla como contexto 
                                      para una película de estas características. 
                                      Y el resultado fue interesante, por encima 
                                      de alguna prolongación en el libreto 
                                      pero con un montaje llamativo, intensas 
                                      interpretaciones de Donald Sutherland y 
                                      Julie Christie (como la pareja de padres) 
                                      y algunas escenas de tensión, muy 
                                      bien logradas por el atento ojo de Roeg, 
                                      que de alguna manera marcaban un quiebre 
                                      en esos protagonistas que intentaban superar 
                                      una tragedia prácticamente como si 
                                      nada hubiera pasado pero que cuando comienzan 
                                      a experimentar extraños hechos se 
                                      descalabran ante la posibilidad de ver nuevamente 
                                      a su adorada niña. 
                                     
                                      LA SOMBRA DE POLANSKI 
                                      
                                      La remake de Salles 
                                       
                                       
                                       
                                       
                                       
                                      La relación madre e hija, el dolor 
                                      de la niña ante el parcial abandono 
                                      y desatención que sufre a causa del 
                                      divorcio de sus padres, y la inestabilidad 
                                      psicológica de la aquí protagonista 
                                      Jennifer Connelly son mucho más explícitas 
                                      en esta remake de Walter Salles, que por 
                                      otro lado se quedó bastante corto 
                                      al momento de crear sustos. ¿Por 
                                      qué no pusieron al menos un buen 
                                      maquillaje para la niña fantasma, 
                                      en vez de mostrarla normal? Todo lo que 
                                      Nakata sugería muy finamente y hasta 
                                      como al pasar fue ahora la médula 
                                      de la que también terminó 
                                      formando parte el libretista de Agua 
                                      turbia, Rafael Yglesias. 
                                    Connelly 
                                      acapara más la atención con 
                                      su fuerte personalidad, determinada enérgicamente 
                                      a resolver sus problemas ante la inesperada 
                                      situación que le toca vivir y que 
                                      le recuerda cada vez más incisivamente 
                                      esa triste infancia, marcada por la hostilidad 
                                      de sus padres. La relación madre 
                                      e hija es mucho más contemplada aquí, 
                                      a tal punto que la película puede 
                                      tomarse perfectamente como un drama social, 
                                      muy urbano, por cierto, donde hay otro marco 
                                      gris, lluvioso, opaco, depresivo y extremadamente 
                                      hermético, en especial con esas insistentes 
                                      tomas desde el aire donde se aprecian imponentes 
                                      complejos de edificios rodeados por agua 
                                      y como cerrándose, formando una pequeña 
                                      cúpula donde la incomunicación 
                                      humana asoma como algo paradójico. 
                                       
                                       
                                      El tan comentado final de la película 
                                      predecesora de Nakata se hace mucho más 
                                      gráfico en la remake, donde se acentúa 
                                      el dolor de la protagonista por los traumas 
                                      de la niñez y se la enfrenta al dilema 
                                      de seguir cuidando del ser que ama o atender 
                                      a otro que pasó de chico por una 
                                      situación similar a la de ella. Por 
                                      si fuera poco la barrera entre lo real y 
                                      sobrenatural se le hace cada vez más 
                                      difusa.  
                                       
                                       
                                      La protagonista se siente tan sola en un 
                                      momento que ella misma parece otro fantasma 
                                      más deambulando por pasillos y apartamentos. 
                                      Si tenemos en cuenta que esta Agua 
                                      turbia se proyecta más en 
                                      función del desconcierto gradual 
                                      del personaje de Connelly, es inevitable 
                                      no recordar los climas paranoicos de Polanski 
                                      en El inquilino (1976), 
                                      más si tenemos en cuenta que Salles 
                                      es gran admirador del realizador francés 
                                      y que el propio guionista Rafael Yglesias 
                                      ya había colaborado con Roman en 
                                      La muerte y la doncella (1996). 
                                      Otro caso similar (y del mismo director) 
                                      se había dado, claro, con Repulsión 
                                      (1965), donde Catherine Deneuve era el eje 
                                      central de un thriller psicológico 
                                      en el que su esquizofrenia alcanzaba ribetes 
                                      perturbadores dentro de un apartamento, 
                                      aunque los motivos eran distintos. 
                                    Entre los 
                                      actores secundarios de Agua turbia, 
                                      de gran nivel, por cierto, figura un administrador 
                                      de edificios (John C. Reilly), más 
                                      que nada preocupado por la plata, en las 
                                      apuestas en carreras de caballos, y que 
                                      como persona ni existe; un abogado macanudo 
                                      (Tim Roth, en un sorprendente papel) que 
                                      alega una familia que no tiene y una oficina 
                                      que en realidad es su propio auto; y como 
                                      portero del inmueble (seco y poco amigable) 
                                      el veterano Pete Postlewaithe. 
                                    Si bien 
                                      este último no es tan mala persona 
                                      como aparenta ser, el caso del administrador 
                                      también recuerda a un personaje de 
                                      El bebé de Rosemary 
                                      (otra vez Polanski), cuya amabilidad y simpatía 
                                      escondía en el fondo una veta oscurísima. 
                                      La misma de la que está impregnada 
                                      el ascensor, el piso de arriba, la terraza 
                                      y todo el edificio en general... Claro; 
                                      el parentezco con El resplandor 
                                      (Stanley Kubrick, 1980) es evidente y se 
                                      da en las atmósferas opresivas que 
                                      en esos espacios se crean. No es casualidad 
                                      que Shelley Duvall (una de las protagonistas 
                                      de ese clásico basado en la novela 
                                      de Stephen King) tenga una fugaz aparición 
                                      en la película de Salles (Kubrick 
                                      y Hitchcock son otros dos directores a los 
                                      que admira). 
                                       
                                       
                                       
                                        
                                       Hideo Nakata 
                                       
                                       
                                     
                                      Curiosidades: Jennifer Connelly 
                                      ya había actuado para una cinta de 
                                      terror en la "suspiriana" Creepers 
                                      (1985) de Dario Argento, siendo el primer 
                                      rol protagónico de su carrera, luego 
                                      de que apareciera por primera vez en pantalla 
                                      grande en la excelente Érase 
                                      una vez en América (1984), 
                                      de otro director italiano, Sergio Leone. 
                                    El 
                                      guionista Rafael Yglesias nació en 
                                      Estados Unidos y fue responsable de la novela 
                                      que él mismo escribió para 
                                      cine en la interesantísima Sin 
                                      miedo a la vida (Peter Weir, 1993). 
                                      También había participado 
                                      en el libreto de Desde el infierno 
                                      (Albert y Allen Hughes, 2001), película 
                                      basada en un comic (novela gráfica 
                                      en este caso) de Alan Moore.  |