Vuelo nocturno,
de Wes Craven
LA
REVANCHA QUE NO SE ESPERABA
por Alejandro Yamgotchian
(noviembre, 2005)

Rachel McAdams en Vuelo nocturno
Cuando uno vio por primera vez el trailer
de Vuelo nocturno pensó
que se trataba de otra comedia cómica,
romántica... Ella entabla diálogo
con él en un aeropuerto, ambos siguen
la charla dentro del avión, comentarios
irónicos de por medio, risas que
van y vienen, ambos ya sentados (juntos)...
hasta que de pronto la cámara se
acerca rápidamente al rostro de Cillian
Murphy, su ojo se vuelve rojo... y la sinopsis
termina de golpe. Notable, incluso para
que en principio se la confunda con un producto
industrial más del paquete publicitario.
Ahora bien,
los lamentables resultados de La
marca de la bestia (2005) restaban
expectativas en cuanto a una posible recuperación
de Wes Craven, y hacía pensar una
vez más en lo que estaba ocurriendo
con viejos maestros del género que
habían perdido su inspiración,
al mismo tiempo que cierta solidez económica
que hoy día los lleva a agarrar cualquier
cosa que se les presenta. Pero aquí
vino la sorpresa.
Más
que un thriller menor o light esto es suspenso
puro, intenso, y sin grandes despliegues.
Un argumento simple pero llevado y cultivado
de manera efectiva por Wes Craven, que jamás,
dentro de su prolífica trayectoria
en el género del horror, había
dirigido una película de estas características,
lo cual constituye toda una novedad.
Los propios
créditos iniciales van rápido
y parecen como querer tirarse de cabeza
hacia las primeras imágenes. Y es
que Craven ha sido consciente del paso en
falso que dio en su película de licántropos
(por más discursos que hizo en programas
televisivos serviles, tipo "trabajar
con fulano fue lo mejor que me pasó")
y aquí como que parece estar ansioso
por tomarse revancha.
El resultado
revela su conocida capacidad para crear
tensiones, ahora en lugares limitados y
con tan solo un par de personajes, supervisando
el buen ojo para la fotografía, un
buen ritmo de montaje, y hasta como asumiendo
de que esta película es un thriller
más, pero con detalles a veces mucho
más incidentes que cualquier secuencia
del relato, gentileza también del
notable trabajo hecho por el guionista debutante
(en cine) Carl Ellsworth.
SUSPENSO DE ALTO VUELO

La joven encargada de un hotel acude a Dallas
por el funeral de su abuela y luego decide
regresar en avión a Miami, aunque
el vuelo se retrasa. Ahí conoce a
un joven (el irlandés Cillian Murphy,
en otra estupenda labor, luego de El Espantapájaros
de Batman: Inicia) que
dice ir en viaje de negocios, cuando en
realidad es un asesino contratado para eliminar
a un importante político. Que su
misión se cumpla depende de una importante
llamada por parte de la protagonista, una
vez en el avión, ya que de lo contrario
el propio padre de ella sera asesinado.
Los dos
personajes principales, claro, son los que
se roban la atención y al mismo tiempo
los que deben llevar sobre sus hombros la
casi totalidad del metraje (75 minutos,
sin los créditos). Poca es la información
que se tiene de ambos, eso sí. Es
como si hubieran sido arrojados al relato,
desde la rutina diaria.
Ella es
una mujer de negocios, totalmente inmersa
en una sociedad acelerada y lejos de cualquier
relación personal, salvo la que mantiene
con su querido padre, que viene de un divorcio,
luego de más de treinta años
de casado. Él es un malvado en potencia,
con un objetivo fijo y que deberá
cumplir por encima de cualquier cosa; nadie
sabe quién lo contrato ni de dónde
viene; incluso qué clase de persona
es cuando no hace su trabajo, ya que los
matices expuestos son varios aunque todos
al servicio de una sola meta.
En Vuelo
nocturno, Craven gira un poco el
timón hacia los tiempos de hoy día,
dando su propia mirada, aplicando, sí,
un estilo tradicional de relato clase B
(idéntico al tomado por Larry Cohen
para los libretos de Enlace mortal
y Celular), sin olvidar
sus buenos sustos más alguno de sus
infaltables toques truculentos, que esta
vez fueron más psicológicos
que sangrientos.
Hay hasta
como un toque de ingenuidad, incluso en
las acciones del villano y su perseguida;
la película se termina convirtiendo
en un juego de gato y ratón donde
el humor y las situaciones desopilantes
con varios personajes secundarios y terciarios
también están presentes a
lo largo de la historia, y hasta con temas
que se dan por descontados, como las propias
apariencias, algo de lo que Craven se burló
de forma magistral paradójicamente
en una de sus peores películas, La
marca de la bestia, cuando una
ambiciosa y coqueta mujer (como una de las
que va en el avión de Vuelo
nocturno), ya convertida en licántropo,
estalla en ira saliendo de su escondite
ante la crítica que uno de los personajes
varones hace sobre su supuesta belleza.
Claro que
la tensión surge de momentos inusuales,
desde una ida al baño en el avión,
con el antagonista vigilando a su presa
parado desde el pasillo (estupenda composición
de plano), hasta la persecución implacable
que se da en una mansión y a plena
luz del día, con mucho suspenso y
sobresalto de por medio. Los protagonistas
deben pensar hábilmente en medio
de los escasos recursos disponibles... y
los creadores también, en cuanto
al espacio físico reducido que captan
las distintas tomas.
Craven es
consciente de todos esos lugares comunes
(que en La nueva pesadilla
los usó con fines muchos más
serios y reflexivos) y de que no tiene una
gran historia entre manos, pero bien que
la supo condimentar. Su clásica heroína
reaparece, muy cercana al padre, y otra
vez con los teléfonos como intermediarios
entre la vida y la muerte, del mismo modo
que el personaje de Heather Langenkamp,
desesperada en Pesadilla en la profundo
de la noche (1984), y el de Drew
Barrymore más bromas varias en Scream:
Vigila quién llama (1996).
SOBRE CRAVEN

La fuerte unión de familias y grupos
de allegados dedicados al crimen más
la exploración de los costados más
oscuros de la mente humana (Paranoia:
Pesadilla en la última casa / La
última casa a la izquierda;
Las colinas tienen ojos / La pandilla
abominable y la secuelaMedianoche
diabólica; La gente
detrás de las paredes),
a veces con causas de por medio (Bendición
mortal; La serpiente y
el arco iris), los dardos punzantes
hacia la prensa sensacionalista (Obsesión
fatal / Amiga mortal; Shocker:
100.000 voltios de terror; toda
la saga de Scream), las relaciones de jóvenes
con padres algo celosos, autoritarios y
hasta que hacen justicia por mano propia
en defensa de sus hijos (Pesadilla...)
y hasta golpeadores (otra vez Obsesión
fatal) han sido algunos de los
temas del prolífico Wes Craven, Profesor
de Literatura Inglesa, que obtuvo un Master
en Filosofía y hasta cuenta con estudios
en Psicología.
No todas
sus películas lograron resultados
satisfactorios, por supuesto. Un
vampiro suelto en Brooklyn (1995),
con Eddie Murphy, es otra de sus labores
más flojas. Pero curiosamente, y
al igual que pasó en este 2005, al
poco tiempo se despacha con un largometraje
de gran éxito taquillero e incluso
de buena repercusión a nivel de crítica:
Scream, que lo devuelve
a escena, luego de su película más
famosa, Pesadilla... que
salvó de la bancarrota a la New Line
Cinema.
En ese entonces,
y con 25 años de trayectoria en cine
y televisión (entre los que se cuentan
excelentes episodios para la Dimensión
Desconocida de los ´80),
Craven (gran amigo y viejo compañero
de trabajo de Sean S. Cunningham, realizador
de Martes 13 que incluso
dirigió una escena de Pesadilla...)
venía arrastrando críticas
de gente que lo acusaba de perjudicar a
los jóvenes con sus películas
e incluso estudios que le censuraban algunas
escenas violentas y lo obligaban a filmar
en planos generales para que sus obras no
tuvieran demasiados problemas al momento
de ser calificadas. |